domingo, 9 de junio de 2019

DIOS UNO Y TRINO


DIOS UNO Y TRINO 

"Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amaré y vendremos a él y haremos morada en él"
(Jn 14, 23 - 24)

"La Trinidad: aquí está nuestra morada, nuestro hogar, la casa paterna de la que jamás debemos salir... Me parece que he encontrado mi cielo en la tierra, puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El día que comprendí eso todo se iluminó para mí."
"Creer que un ser que se llama El Amor habita en nosotros en todo instante del día y de la noche y que nos pide que vivamos en sociedad con El, he aquí, os lo confío, lo que ha hecho de mi vida un cielo anticipado"
(Sor Isabel de la Trinidad)

"¿Qué más quieres, !oh alma!, y que más buscar fuera de ti, pues dentro de tí tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura, y tu Reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma? ¡Gózate y alégrate en tu interior, en recogimiento con El, pues le tienes tan cerca! Allí adóralo y gózate en El"
(San Juan de la Cruz)


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"El conocimiento de la Trinidad en la unidad es el fruto y el fin de toda nuestra vida" 
(Santo Tomás de Aquino)


La adoración de la Santísima Trinidad




Obra de Schonfeld, titulada la Adoración de la Santísima Trinidad, donde se representa toda la humanidad adorando eternamente a la Santísima Trinidad. 


1) DIOS UNO


La unidad de Dios en el Catecismo 

200 Con estas palabras comienza el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. La confesión de la unicidad de Dios, que tiene su raíz en la Revelación Divina en la Antigua Alianza, es inseparable de la confesión de la existencia de Dios y asimismo también fundamental. Dios es Único: no hay más que un solo Dios: "La fe cristiana cree y confiesa que hay un solo Dios [...] por naturaleza, por substancia y por esencia (Catecismo Romano, 1,2,2).

TESTIMONIO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

201 A Israel, su elegido, Dios se reveló como el Único: "Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza" (Dt 6,4-5). Por los profetas, Dios llama a Israel y a todas las naciones a volverse a Él, el Único: "Volveos a mí y seréis salvados, confines todos de la tierra, porque yo soy Dios, no existe ningún otro [...] ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará diciendo: ¡Sólo en Dios hay victoria y fuerza!" (Is 45,22-24; cf. Flp 2,10-11).

202 Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas (cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo entender que Él mismo es "el Señor" (cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Único. Creer en el Espíritu Santo, "que es Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el Dios único:

«Creemos firmemente y confesamos que hay un solo verdadero Dios, inmenso e inmutable, incomprensible, todopoderoso e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: Tres Personas, pero una sola esencia, substancia o naturaleza absolutamente simple (Concilio de Letrán IV: DS 800).

Recuperado del CEC:

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UNIDAD COMO EVIDENCIA DE RAZÓN

“Debemos creer que este Dios que todo lo dispone y gobierna es un Dios único. La razón es que la disposición de las cosas humanas está bien ordenada cuando la multitud se halla regida y gobernada por uno solo. En efecto, una multitud de jefes provoca generalmente disensiones entre los subordinados. Y como el gobierno divino es superior al gobierno humano, es evidente que el mundo no está regido por muchos dioses sino por uno solo” (Comentario al Credo, Santo Tomás de Aquino”).

Recuperado de:
http://biblio3.url.edu.gt/Libros/Tomas_de_Aquin.pdf

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DEMOSTRACIÓN DE LA UNIDAD DE DIOS 
EN LA SUMA DE TOMÁS DE AQUINO

       Dios es uno. Se demuestra de tres maneras: 
1) Primera, por su simplicidad. Es evidente que aquello por lo cual algo es esta cosa, de ningún modo es transmisible a muchos. Ejemplo: Aquello por lo que Sócrates es hombre, se puede decir de muchos; pero aquello por lo que es este hombre, sólo se puede decir de uno. Si aquello por lo que Sócrates es hombre fuera también aquello por lo que es este hombre, así como no puede haber muchos Sócrates, así tampoco podría haber muchos hombres. Esto es lo que le corresponde a Dios, pues el mismo Dios es su naturaleza, como quedó demostrado (q.3 a.3). Por lo cual Dios y este Dios son el mismo. Así, pues, resulta imposible que haya muchos Dioses. 
2) Segunda, por la infinitud de su perfección. Quedó demostrado (q.4 a.2) que Dios contiene en sí mismo toda la perfección del ser. Si hubiera muchos dioses, entre ellos debería haber diferencia. Algo le correspondería a uno que no tendría otro. Y si este algo fuese la privación, no sería absolutamente perfecto. Y si este algo fuese la perfección, a otro le faltaría. Luego es imposible que haya muchos dioses. De ahí que los antiguos filósofos, impulsados por esta misma verdad, al establecer un principio infinito, establecieron un solo principio. 
3) Tercera, por la unidad del mundo. Todo lo existente esta íntimamente ordenado, ya que unas cosas sirven a las otras. Las cosas diversas no convergerían en un orden a no ser que fueran ordenadas por uno. Pues lo múltiple se coordina mejor dentro del orden que establece uno al que establecen muchos ya que el uno es causa de unidad, mientras que lo múltiple lo es sólo accidentalmente, esto es, en cuanto de algún modo es uno. Así pues, como quiera que aquello que es primero es, en cuanto tal, lo más perfecto y no accidentalmente, es necesario que lo primero a lo que se reduce todo en un orden sea uno solo. Y esto es Dios.


Recuperado en: 

TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN

Los santos padres prueban la unicidad de Dios por su perfección absoluta y por la unidad del orden del mundo, y la defienden contra los paganos, gnósticos y maniqueos. TERTULIANO objeta a Marción: «EI Ser supremo y más excelente tiene que existir  solo y no tener igual a Él, porque, si no, cesaría de ser el Ser supremo... Y como Dios es el Ser supremo, con razón dijo nuestra verdad cristiana: Si Dios no es uno solo, no hay ninguno» (Adv. Marc. I, 3). Cf. Pastor de HERMAS, Mand. I 1; SAN IRENEO, Adv. haer. 110, 1; lÍ 1, 1-5; TERTULIANO, ApoI. 17; De praescr. 13 ; ORÍGENES, C. Celsum I, 23; SAN JUAN DAMASCENO, De fide orth. 15.
Santo Tomás deduce especulativamente la unicidad de Dios de su simplicidad, de la infinitud de sus perfecciones y de la unidad del universo;' S.th, I 11, 3.

Recuperado de:

2) DIOS TRINO

Abraham y los tres ángeles




Representación de la Trinidad por Gustave Dore, titulado Abraham y los tres ángeles, en base al pasaje Bíblico del Génesis (18, 3). San Agustín señala que aquí se insinúa la Trinidad ("vio a tres y a uno adoró"). El pasaje dice: "Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo".

Homilía de sobre la Santísima Trinidad
Leonardo Castellani




LA TRINIDAD EN EL CATECISMO

232 Los cristianos son bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). Antes responden "Creo" a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu: Fides omnium christianorum in Trinitate consistit ("La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad") (San Cesáreo de Arlés, Expositio symboli [sermo 9]: CCL 103, 48).

233 Los cristianos son bautizados en "el nombre" del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no en "los nombres" de éstos (cf. Virgilio, Professio fidei (552): DS 415), pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.

234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo" (DCG 47).

235 En este párrafo, se expondrá brevemente de qué manera es revelado el misterio de la Bienaventurada Trinidad (I), cómo la Iglesia ha formulado la doctrina de la fe sobre este misterio (II), y finalmente cómo, por las misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo, Dios Padre realiza su "designio amoroso" de creación, de redención, y de santificación (III).

236 Los Padres de la Iglesia distinguen entre la Theologia y la Oikonomia, designando con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la Oikonomia nos es revelada la Theologia; pero inversamente, es la Theologia, la que esclarece toda la Oikonomia. Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas. La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar.


"Dulce Virgen María sed para mí, en el atardecer de mi vida, la Puerta de la Trinidad"
Marie Michel Phipipon OP

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237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos en Dios, "que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (Concilio Vaticano I: DS 3015). Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.

Recuperado del CEC

Famoso ícono de la Trinidad de Andréi Rubliov. Rubliov representó a tres ángeles que, según el relato bíblico, fue la forma que tomó Dios para aparecer ante Abraham y Sara en Mambré.
En el centro del icono, un ángel simboliza a Jesucristo. Detrás de Jesucristo se encuentra el árbol verde del encinar de Mambré, símbolo de la vida eterna. A la derecha vemos el ángel que simboliza al Espíritu Santo. Detrás de él, una colina representa el ascenso espiritual hacia el cielo. Detrás del ángel de la izquierda hay un edificio que simboliza la casa de Dios, el orden divino del universo. Los dos ángeles, la colina y el árbol se inclinan hacia la figura de Dios-Padre.
Rubliov los representa en apacible coloquio, sumidos en profunda meditación. Jesucristo bendice el cáliz con la cabeza del cordero degollado, símbolo del sacrificio de Jesús, y los dos ángeles inclinan la cabeza en señal de acuerdo y obediencia. Estos aparecen con la cabeza suavemente inclinada, unidos por la concordancia espiritual, serenos, hasta parecería que tristes, pero en realidad su alegría es interior. Cuesta trabajo diferenciar las tres figuras, pues tienen el mismo rostro, como invitando al espectador a meditar sobre el misterio de la unidad de la Santísima Trinidad. La composición del cuadro se basa en la sucesión rítmica de las líneas curvas, que transmiten la idea de un círculo. 


3) DIOS UNO Y TRINO 


INSINUACIONES DEL MISTERIO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Como la revelación del Antiguo Testamento no es más que figura de la del Nuevo (Hebr 10, 1), no hay que esperar que en el Antiguo Testamento se haga una declaración precisa, sino únicamente una alusión velada, al misterio de la Trinidad.

1. Dios habla de sí mismo usando can frecuencia el plural; Gen 1, 26 : «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza' ; cf. Gen 3, 22; 11, 7. Los santos padres interpretaron estos pasajes a la luz del Nuevo Testamento, entendiendo que la primera persona hablaba a la segunda o a la segunda y tercera; cf. SAN IRENEO, Adv. haer. Iv, 20, 1. Probablemente la forma plural se usa para guardar la concordancia con el nombre de Dios «Elohim»; que tiene terminación de plural.

2. El Ángel de Yahvé de las teofanías del Antiguo Testamento es llamado Yahvé, El y Elohim, y se manifiesta como Elohim y Yahvé. Con ello parece que se indica que hay dos Personas que son Dios : la que envía y la que es enviada ; cf. Gen 16, 7-13 ; Ex 3, 2-14. Los padres de la Iglesia primitiva, teniendo en cuenta el pasaje de Isaías 9, 6 (magni consilii angelus según los Setenta) y Mal, 3 1 (angelus testamenti), entendieron por Ángel de Yahvé al Logos. Los santos padres posteriores, principalmente San Agustín y los autores escolásticos, opinaron que el Logos se servía de un ángel creado.

3. Las profecías mesiánicas suponen distinción de personas en Dios al anunciar de forma sugerente al Mesías, enviado por Dios, como Dios e Hijo de Dios; Ps 2, 7: «Díjome Yahvé: Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado» ; Is 9, 6 (M 9, 5) : «...que tiene sobre su hombro la soberanía, y que se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la Paz» ; Is 35, 4: «...viene Él mismo [Dios] y Él nos salvará» ; cf. Ps 109, 1-3 ; 44, 7; Is 7, 14 (Emmanuel = Dios con nosotros) ; Mich 5, 2.

4. Los libros sapienciales nos hablan de la Sabiduría divina como de una hipóstasis junto a Yahvé. Ella procede de Dios desde toda la eternidad (según Prov 8, 24 s procede por generación), y colaboró en la creación del mundo; cf. Prov 8, 22-31; Eccli 24, 3-22 (G) ; Sap 7, 22 — 8, 1 ; 8, 3-8. A la luz del Nuevo Testamento podemos ver en la Sabiduría de que nos hablan los libros del Antiguo Testamento una alusión a la persona divina del Logos.

5. El Antiguo Testamento nos habla con mucha frecuencia del Espíritu de Dios o del «Espíritu Santo». Esta expresión no se refiere a una Persona divina, sino que expresa «una virtud procedente de Dios, que confiere la vida, la fortaleza, y que ilumina e impulsa al bien» (P. Heinisch) ; cf. Gen 1, 2; Ps 32, 6; 50, 13; 103, 30; 138, 7; 142, 10; Is 11, 2; 42, 1; 61, 1; 63, 10; Ez 11, 5 36, 27; Sap 1, 5 y 7. A la luz de la revelación neotestamentaria, los padres y la liturgia aplican muchos de estos pasajes a la Persona del Espíritu Santo, principalmente Ps 103, 30; Is 11, 2; Ez 36, 27; Ioel 2, 28; Sap 1, 7; cf. Act 2, 16 ss.

6. Algunos creyeron ver, a la luz del Nuevo Testamento, una insinuación de las tres divinas personas en el Trisagio de Isaías 6, 3, en la triple bendición sacerdotal de Nm 6, 23 ss. Con todo, hay que tener en cuenta que triplicar una expresión, en el lenguaje del Antiguo Testamento, es un modo de expresar el superlativo. En Ps 36, 6 junto a Yahvé se nombran su Palabra y su Espíritu ; en Sap 9, 17 su Sabiduría y su Espíritu Santo. Pero la Palabra, la Sabiduría y el Espíritu no aparecen como personas propiamente dichas junto a Yahvé, sino como potencia o actividades divinas.


LA TRINIDAD EN MI VIDA, DE MARIE MICHEL PHILIPON OP: AQUÍ


EL NUEVO TESTAMENTO

FÓRMULAS TRINITARIAS


1. Los evangelios
a) En el relato de la Anunciación habla así el ángel del Señor, según Lc 1, 35: «[El] Espíritu Santo (pneuma agion) vendrá sobre ti y [la] virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios» ; cf. Lc 1, 32: «Este será grande y llamado Hijo del Altísimo». Se hace mención de tres personas: el Altísimo, el Hijo del Altísimo y el Espíritu Santo. Es verdad que no se expresa con toda claridad la personalidad del Espíritu Santo, dado el género neutro de la palabra griega mei4cc y la ausencia de artículo, pero no hay duda sobre su interpretación si comparamos este pasaje con aquel otro de Act 1, 8, en el cual se distingue al Espíritu Santo de la virtud que de él dimana, y si atendemos a la tradición ; Act 1, 8: «Recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros.»

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b) La teofanía que tuvo lugar después del bautismo de Jesús lleva consigo una revelación de la Trinidad ; Mt 3, 16 s : «Vio al Espíritu de Dios (pneuma theou; Mc 1, 10: to pneuma Lc 3, 22: to pneuma to agion; Ioh 1, 32; to pneuma descender como paloma y venir sobre él, mientras una voz del cielo decía : Este es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias». El que habla es Dios Padre. Jesús es el Hijo de Dios, su Hijo único, por lo tanto, el verdadero y propiamente dicho Hijo de Dios. «Hijo amado», efectivamente, según la terminología bíblica, significa «hijo único» (cf. Gen 22, 2, 12 y 16, según M y G ; Mc 12, 6). El Espíritu Santo aparece bajo símbolo especial como esencia sustancial, personal, junto al Padre y al Hijo.

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c) En el sermón de despedida, Jesús promete otro Abogado (Paraclitus), el Espíritu Santo o Espíritu de verdad, que h1 mismo y su Padre enviarán ; cf. Ioh 14, 16: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre» ; cf. Ioh 14, 26 y 15, 26. El Espíritu Santo, que es enviado, se distingue claramente como persona del Padre y del Hijo que lo envían. La denominación de «Paraclitus» y las actividades que se le asignan (enseñar, dar testimonio) suponen una subsistencia personal.

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d) Donde se revela más claramente el misterio de la Trinidad es en el mandato de Jesucristo de bautizar a todas las gentes ; Mt 28, 19: «Id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.» Trátase aquí de tres personas distintas, como se ve, con respecto al Padre y al Hijo, por su oposición relativa, y con respecto al Espíritu Santo, por ser éste equiparado totalmente a 'las otras dos personas, lo cual sería absurdo si se tratara únicamente de un atributo esencial. La unidad de esencia de las tres personas se indica con la forma singular «en el nombre» (d ró ivoµa). La autenticidad del pasaje está plenamente garantizada por él testimonio unánime de todos los códices y versiones. En cuanto fórmula litúrgica se halla bajo el influjo del kerygma cristiano primitivo.

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2. Las cartas de los apóstoles

a) San Pedro, al comienzo de su primera carta, usa una fórmula trinitaria de salutación; 1 Petr 1, 1 s: «A los elegidos extranjeros... según la presencia de Dios Padre, en la santificación del Espíritu, para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo.»

b) San Pablo concluye su segunda carta a los Corintios con una bendición trinitaria; 2 Cor 13, 13: «La gracia del Señor Jesucristo y la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros» (cf. 2 Cor 1, 21 s).

c) San Pablo enumera tres clases distintas de dones del Espíritu refiriéndolos a tres dispensadores, el Espíritu, el Señor (Cristo) y Dios; 1 Cor 12, 4 ss: «Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos». Queda indicada la unidad sustancial de las tres personas, porque esos mismos efectos se atribuyen solamente al Espíritu en el 11; cf. Eph 1, 3-14 (elección por Dios Padre, redención por la sangre de Cristo, sigilación con el Espíritu Santo) ; Eph 4, 4-6 (un Espíritu, un Señor, un Dios).

d) Donde más perfectamente se expresan la trinidad de personas la unidad de esencia en Dios es en el llamado Comma Ioanneum, 1 Ioh 5, 7 s : «Porque son tres los que testifican [en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y los tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra] ». Sin embargo, la autenticidad de las palabras que van entre corchetes tiene contra sí gravísimas objeciones, pues faltan en todos los códices griegos de la Biblia hasta el siglo xv, en todas las versiones orientales y en los mejores y más antiguos manuscritos de la Vulgata, ni tampoco hacen mención de él los padres griegos y latinos del siglo iv y v en las grandes controversias trinitarias. El texto en cuestión se halla por vez primera en el hereje español Prisciliano (+ 385), aunque en forma herética («haec tria unum sunt in Christo Jesu») ; desde fines del siglo v se le cita con más frecuencia (484 veces en un Libellus fidei, escrito por obispos norteafricanos; Fulgencio de Ruspe, Casiodoro). Como ha sido recibido en la edición oficial de la Vulgata y la Iglesia lo ha empleado desde hace siglos, puede considerarse como expresión del magisterio de la Iglesia. Aparte de esto, presenta el valor de ser testimonio de la tradición.


HEREJÍAS CONTRARIAS A LA UNIDAD Y TRINIDAD DIVINA

1. Monarquianiamo
A fines del siglo primero ya hubo algunos herejes judaizantes, Cerinto y los ebionitas, que, tomando como base un rígido monoteísmo unipersonal, negaron la divinidad de Cristo (SAN IRENEO, Adv. haer. i 26). A fines del siglo II, la herejía, conocida con el nombre de monarquianismo, enseñó que en Dios no hay más que una persona («monarchiam tenemos»; TERTULIANO, Adv. Prax. 3). Según la explicación concreta que dé acerca de Jesucristo, se divide en dos tendencias:
a) Monarquianismo dinamístico o adopcionista. Enseña que Cristo es puro hombre, aunque nacido sobrenaturalmente de la Virgen María por obra del Espíritu Santo; en el bautismo le dotó Dios de particular poder divino y le adoptó como hijo.
b) Monarquianismo modalístico (llamado también patripasianismo). Esta doctrina mantiene la verdadera divinidad de Cristo, pero enseña al mismo tiempo la unipersonalidad de Dios explicando que fue el Padre quien se hizo hombre en Jesucristo y sufrió por nosotros.

2. Subordinacionismo
El subordinacionismo, por oposición al modalismo sabeliano, admite tres Personas distintas en Dios, pero rehúsa conceder a la Segunda y Tercera Persona la consustancialidad con el Padre y, por tanto, la verdadera divinidad.
a) El arrianismo. El presbítero alejandrino Arrio (t 336) enseñó que el Logos no existe desde toda la eternidad. No fue engendrado por el Padre, sino una criatura, sacada de la nada antes que todas las demás. El Hijo es, por su esencia, desigual al Padre (ávóµotog; de ahí la denominación de anomeos que se daba a estos herejes), mudable y capaz de perfeccionamiento. No es Dios en sentido propio y verdadero, sino únicamente en un sentido impropio, en cuanto Dios le adoptó como hijo en previsión de sus méritos. Esta herejía fue condenada en el primer concilio universal de Nicea (325). El concilio redactó un símbolo en el que se confiesa que Jesucristo es verdadero Hijo de Dios, que fue engendrado de la sustancia del Padre, que es verdadero Dios y consustancial con el Padre; Dz 54.
b) El macedonianismo. La secta de los pneumatómacos (enemigos del Espiritu Santo), nacida del semiarrianismo y cuya fundación se atribuye, desde fines del siglo iv (DÍDIMO, De Trinitate II 10), probablemente sin razón, al obispo semiarriano Macedonio de Constantinopla (depuesto en el 336, m. antes del 364), extendió el subordinacionismo al Espíritu Santo, enseñando, en referencia a Hebr 1, 14, que era una criatura y un ser espiritual subordinado como los ángeles.

3. Triteismo
El comentarista cristiano de Aristóteles, Juan Filoponos (+ hacia 565), identificó la naturaleza y la persona (ousia e hipóstasis), y así, en la cristología, vino a caer en el monofisismo, y en la doctrina trinitaria, en el triteísmo. Según él, las tres divinas personas son tres individuos de la divinidad de forma parecida a como tres hombres son tres individuos de la especie humana. Puso, por tanto, en lugar de la unidad numérica de esencia, una unidad específica

4. El protestantismo
Lutero censuró, es verdad, la terminología trinitaria, pero en realidad mantuvo su creencia en este misterio; cf. los artículos de Esmalcalda, p i art. 1-4. No obstante, el subjetivismo introducido por él condujo finalmente a la negación del dogma de la Trinidad.
El socinianismo, fundado por Fausto Sozzini (+ 1604), se sitúa en un punto de vista racionalistico y propugna un concepto de Dios rigurosamente unitarista, que excluye toda pluralidad de personas divinas. Cristo no sería más que un puro hombre, y el Espíritu Santo un poder impersonal de Dios.
La teología racionalista moderna suele conservar la terminología trinitaria de la tradición, pero considera las divinas personas como meras personificaciones de atributos divinos, como el poder, la sabiduría y la bondad. Según Harnack, la profesión cristiana del dogma de la Trinidad se originó en las polémicas entre el cristianismo y el judaísmo. Al principio se adoptó únicamente la fórmula bimembre «Dios y Cristo» como antítesis de Dios y Moisés; más tarde se añadió también al Espíritu Santo.


La doble Trinidad




La imagen de Murillo, llamada Doble trinidad, representa la Trinidad divina y la trinidad humana, o la familia trinitaria del cielo y la Sagrada Familia de Nazaret, compuestas las dos por la segunda persona de la Trinidad, y como un llamado a ser en el tiempo, por medio de la formación de la familia, una imagen y semejanza de Dios Trino en el Cielo. 


"Ves la Trinidad si ves el amor" 
San Agustín

DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE UNIDAD Y TRINIDAD DE PERSONAS

En Dios hay tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y cada una de ellas posee la esencia divina que es numéricamente la misma (de fe).
Los términos «esencia», «naturaleza», «sustancia» designan el ser divino común al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, mientras que los términos «hipóstasis» y «persona» designan a los tres poseedores del ser divino; cf. § 17, 1.

1. La más antigua fórmula magistral de la fe de la Iglesia en la Trinidad es el símbolo apostólico, que en su forma romana de símbolo bautismal sirvió desde el siglo II como base para la enseñanza de los catecúmenos y como profesión de fe en la administración del santo bautismo. Está construido sobre la fórmula trinitaria bautismal de Mt 28, 19; cf. Dz 1-12

2. Una carta doctrinal del papa San Dionisio (259-268), «de trascendental importancia» (SCHEEBEN, Gotteslehre, n. 687), al obispo Dionisio de Alejandría, condena el sabelianismo, el triteísmo y el subordinacionismo ; Dz 48-51.

3. El símbolo niceno, nacido de la lucha contra el arrianismo, pone de manifiesto la verdadera divinidad del Hijo y su consustancialidad (homousía) con el Padre; Dz 54.

4. El símbolo niceno-constanetinopolitano, profesión oficial de fe del segundo concilio ecuménico de Constantinopla (381), que apareció con motivo de la lucha contra el arrianismo y el macedonianismo, recalca, al mismo tiempo que la divinidad del Hijo, también la divinidad del Espíritu Santo; Dz 86.

Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible… Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho… Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria…

5. Un sínodo romano, que tuvo lugar bajo el pontificado del papa San Almas () (382), ofrece una condenación colectiva de los errores antitrinitarios de la antigüedad, sobre todo del macedonianismo; Dz 58-82.

Si alguno sintiere bien del Padre y del Hijo, pero no se hubiere rectamente acerca del Espíritu Santo, es hereje, porque todos los herejes, sintiendo mal del Hijo de Dios y del Espíritu Santo, se hallan en la perfidia de los judíos y de los paganos.
Si alguno, al llamar Dios al Padre [de Cristo], Dios al Hijo de Aquél, y Dios al Espíritu Santo, distingue y los llama dioses, y de esta forma les da el nombre de Dios, y no por razón de una sola divinidad y potencia, cual creemos y sabemos ser la del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y prescindiendo del Hijo o del Espíritu Santo, piense así que al Padre solo se le llama Dios o así cree en un solo Dios, es hereje en todo, más aún, judío, porque el nombre de dioses fue puesto y dado por Dios a los ángeles y a todos los santos, pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, por razón de la sola e igual divinidad no se nos muestra ni promulga para que creamos el nombre de dioses, sino el de Dios. Porque en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo solamente somos bautizados y no en el nombre de los arcángeles o de los ángeles, como los herejes o los judíos o también los dementes paganos (Dz 175 – 176).

6. El símbolo Quicumque (atanasiano), que no fue compuesto por San Atanasio, sino por un autor latino desconocido, del siglo v-vi, contiene de forma clara y bien estructurada una síntesis de la doctrina de la Iglesia sobre la Trinidad y la encarnación. Frente al sabelianismo, pone bien de manifiesto la trinidad de Personas; y frente al triteísmo, la unidad numérica de la esencia divina; Dz 39s.

  Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe católica; y el que no la guardare íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.
   Ahora bien, la fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las personas ni separar las sustancias... Así Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres dioses sino un solo Dios... El Padre, por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue por solo el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado ni engendrado, sino que procede.
   Hay, consiguientemente, un solo Padre, no tres padres; un solo Hijo no tres hijos; un solo Espíritu Santo, no tres espíritus santos; y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales, de suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad en la Trinidad que la Trinidad en la unidad. El que quiera pues, salvarse, así ha de sentir de la Trinidad.

7. La formulación más perfecta de la doctrina trinitaria en la época patrística la constituye el símbolo del concilio XI de Toledo (675), que está compuesto, a manera de mosaico, de textos de padres (sobre todo de San Agustín, San Fulgencio, San Isidoro de Sevilla) y de sínodos anteriores (principalmente del concilio vi de Toledo, celebrado el año 638); Dz 275-281.

8. En la edad media, son de importancia, por lo que respecta a la formulación eclesiástica del dogma trinitario, el concilio IV de Letrán (1215), que condenó el error triteísta de Joaquín de Fiore (Dz 428 ss), y el concilio de Florencia, que en el Decretum pro lacobitis (1441) presentó un compendio de la doctrina sobre la Trinidad, el cual puede considerarse como meta final de la evolución del dogma (Dz 703 ss).

9. En época más moderna hay que mencionar una declaración del papa Pío VI en la bula Auctorem fidei (1794), en la cual rechaza la expresión «Deus unus in tribus personis distinctus» empleada por el sínodo de Pistoia, por hacer peligrar la absoluta simplicidad de la esencia divina, declarando que es más acertado decir: «Deus unus in tribus personis distinctis» ; Dz 1596.

Recuperado en:
https://mercaba.org/TEOLOGIA/OTT/100-121_dios_trino_en_personas.htm

El trébol en la catequesis Trinitaria de San Patricio

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El trébol era el recurso utilizado por San Patricia para explicar el misterio de la la Santísima Trinidad. Al igual que el trébol, la Trinidad es una unidad, pero con tres personas diferentes. La primera hoja de trébol era el Padre, la segunda era el Hijo, y la última el Espíritu Santo. Por ello, el trébol de tres hojas que representa a las tres personas de la Trinidad, pasó a ser un símbolo de la iglesia de Irlanda.

La disputa del Sacramento




En la obra de Rafael Sanzio, La disputa del Sacramento, en donde se representa por debajo la disputa teológica por la Eucaristía, pero por encima se percibe la representación de la Iglesia triunfante, con un lugar central de la Santísima Trinidad.

LAS RELACIONES Y PERSONAS DIVINAS

1. LAS RELACIONES DIVINAS

1. Concepto de relación

Por relación entendemos la referencia de una cosa a otra (crespectus unius ad alterurn» ; S.th. I 28, 3). Tres son los elementos que constituyen el concepto de relación: el sujeto; 2.°, el término, y 3.°, el fundamento de la relación. La esencia de la relación consiste en el referirse a otro («esse relativi est ad aliud se habere» ; S.th. i 28, 2). Hay que distinguir entre relación real y relación lógica, relación mutua y relación no mutua. Entre el suieto y el término de una relación existe oposición relativa.

En la Sagrada Escritura la doctrina de las relaciones divinas está implícita en los nombres personales de Padre, Hijo y Espíritu Santo (Spiritus spiratus). Esta doctrina fue científicamente establecida por los padres de los siglos Iv y v, en la iglesia oriental por los capadocios (San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio Niseno) y por San Cirilo de Alejandría, y en la iglesia occidental por San Agustín, al que se unieron Fulgencio de Ruspe y Boecio. SAN GREGORIO NACIANCENO dice: «Padre no es un nombre de esencia ni de actividad, sino un nombre de relación (axéa,), que indica cómo se comporta el Padre con el Hijo y el Hijo con el Padre» (Or. 29, 16). SAN AGUSTÍN enseña: «Aunque el Padre y el Hijo son distintos, no existe entre ellos diferencia alguna de sustancia; ya que las determinaciones Padre e Hijo no conciernen a la sustancia, sino a la relación» («non secundum substantiam dicuntur, sed secundum relativum» ; De Trin. v, 5, 6). El magisterio eclesiástico adoptó la doctrina de las relaciones elaboradas por los padres y los teólogos; cf. el símbolo del xl sínodo de Toledo (Dz 278 ss) y el Decretum pro lacobitis del concilio de Florencia (l)z 703).

2. En Dios hay cuatro relaciones reales

I,as dos procesiones divinas inmanentes dan origen en Dios dos binas de relaciones reales mutuas. Por consiguiente, cuatro son las relaciones reales en Dios: a) la relación del Padre al Hijo: generación activa o paternidad (generare); b) la relación del Hijo al Padre : generación pasiva o filiación (generari); c) la relación del Padre del Hijo al Espíritu Santo: espiración activa (spirare); d) la relación del Espíritu Santo al Padre y al Hijo: espiración pasiva (spirari).

Del dogma de la trinidad de personas en Dios deducimos que en El las relaciones mutuas no son puramente lógicas o conceptuales, sino reales. De lo contrario, la trinidad de personas se reduciría a mera trinidad lógica. Pues la distinción de las tres personas divinas no se funda en la esencia divina, sino en las relaciones mutuas de oposición entre las personas.

3. En Dios hay tres relaciones realmente distintas entre sí

De las cuatro relaciones reales divinas inmanentes, tres se hallan en mutua oposición y son, por tanto, realmente distintas entre sí; tales son la paternidad, la filiación y la espiración pasiva. La espiración activa solamente se opone a la espiración pasiva, pero no a la paternidad ni a la filiación; en consecuencia, no es realmente distinta de la paternidad ni de la filiación, sino que tan sólo media entre ellas una distinción virtual.

4. Las relaciones trinitarias y la esencia divina

Las relaciones en Dios se identifican realmente con la esencia divina (de fe).

La llamada confesión de fe del consistorio de Reims (1148) declaró contra Gilberto de Poitiers — quien se decía que establecía una distinción real entre las personas y las propiedades divinas (Pater— paternitas) que en Dios no hay realidades, bien sean relaciones o propiedades singularidades unidades lo que fuere, que existan desde la eternidad y no sean idénticas con Dios («quae non sint Deus») ; Dz 391. Los adversarios de Gilberto expresaron la doctrina del concilio en la siguiente proposición positiva : «Quidquid in Deo est, Deus est». El concilio unionista de Florencia declaro : «[In Deo] omnia sunt unum, ubi non obviat relationis oppositio» Dz  703. Ahora bien, entre las relaciones y la esencia divina no hay oposición relativa.

La razón intrínseca en favor de la tesis es la absoluta simplicidad del ser divino, la cual no permite composición real de sustancia y relaciones.

Sin embargo, entre las relaciones y la esencia o sustancia divina no existe una distinción puramente mental sino virtual, por cuanto la relaclon incluye el referirse a su término y, en cambio, en el concepto de esencia falta tal ordenación: «manifestum est, quod relatio realiter existens in Deo est idem essentiae secundum rem et non differt nisi secundum intelligentiae rationem, prout in relatione importatur respectus ad suum oppositum, qui non importatur in nomine essentiae» ; Sah. I 28, 2.

2. LAS PERSONAS DIVINAS

1. Conceptos de hipóstasis y persona

El magisterio de la Iglesia, al proponernos el dogma de la Trinidad, emplea los conceptos filosóficos de esencia, naturaleza, sustancia, hipóstasis y persona; cf. el capítulo Firmiter del concilio iv de Letrán: «Tres quidem personae, sed una essentia, substantia seu natura simplex omnino.» Los conceptos de esencia, naturaleza y sustancia designan la esencia física de Dios, común a las tres divinas Personas, es decir, todo el conjunto de las perfecciones de la esencia divina. Hipóstasis es una sustancia individual, completa, totalmente subsistente en sí («substantia singularis completa cota in se o substantia incommunicabilis»). Persona es una hipóstasis racional («hypostasis rationalis»). Boecio fue quien propuso (De duabus naturis 3) la clásica definición: «Persona est naturae rationalis individua (= incommunicabilis) substantia.» La hipóstasis y la naturaleza están subordinadas recíprocamente, de forma que la hipóstasis es la portadora de la naturaleza y el sujeto último de todo el ser y de todas sus operaciones («principium quod»), y la naturaleza es aquello mediante lo cual la hipóstasis es y obra («principium quo»).

2. Las relaciones y las personas

Las tres relaciones mutuamente opuestas de paternidad, filiación y espiración pasiva son las tres hipóstasis o personas divinas. La paternidad constituye la persona del Padre, la filiación la del Hijo, y la espiración pasiva la del Espíritu Santo.
El concepto de persona incluye la sustancialidad y la incomunicabilidad (o perseidad).
A las relaciones divinas corresponde la sustancialidad, porque son realmente idénticas con la esencia divina: «quidquid est in Deo, est eius essentia» (S.th. 128, 2). La incomunicabilidad corresponde únicamente a las tres relaciones opuestas de paternidad, filiación y espiración pasiva (la espiración activa es común al Padre y al Hijo); por tanto, estas tres relaciones opuestas son las únicas que reúnen las dos características esenciales del concepto de persona. Por consiguiente, Persona divina es tina relación divina inmanente con las notas de sustancial e incomunicable; cf. S.th. I 29 4: «Persona divina significat relationem ut subsistentem.»

3. Principio fundamental del dogma trinitario

En Dios todo es uno, mientras no exista oposición relativa (de fe.)
De la doctrina sobre las relaciones divinas se desprende el llamado principio fundamental trinitario, formulado primero por SAN ANSEI.MO DE CANTORBERY (De processione Spiritus S. 2) y confirmado después solemnemente por el concilio de Florencia en el Decretum pro Iacobitis (1441) : «[In Deo] omnia sunt unum, ubi non obviat relationis oppositio» (Dz 703). Según este principio, la distinción real de las personas se funda exclusivamente en la oposición de relaciones.

3. LAS PROPIEDADES Y NOCIONES DIVINAS


1. Las propiedades

Propiedad significa una nota peculiar que conviene únicamente a utia divina persona y distingue a ésta de las otras dos. Las propiedades se dividen en propiedades personales o constitutivas de la persona (proprietates personales o personificae, ídiomata hypostática; cf. Dz 428) y en propiedades de las personas o distintivas de ellas (proprietates personarum, idiomata tonhypostaseon). A la primera clase pertenecen las tres relaciones opuestas o constitutivas de las personas: paternidad, filiación y espiración pasiva. A la segunda pertenece, además de las tres relaciones constitutivas, la innascibilidad (ágennesía) como propiedad del Padre. La espiración activa, por ser característica común de dos personas, del Padre y del Hijo, no es propiedad en sentido estricto; S.th. i 32, 3: «Communis spiratio non est proprietas, quia convenit duabus personis.»

La inespirabilidad (ápneustía) del Padre y del Hijo, la ingenerabilidad y la infecundidad del Espíritu Santo no se cuentan entre las propiedades, Porque las propiedades expresan excelencia o dignidad (de ahí el nombre de dignitates, con que se las designa).

La agennesia o innascibilidad, aunque según su significado etimológico exprese sólo la negación de la generación pasiva y puede por ello ser atribuida, en este sentido, al Espíritu Santo, es considerada por la casi totalidad de los santos padres como propiedad del Padre. Ven expresada en ella no sólo el hecho de que el Padre no es engendrado, sino también el de que no tiene origen (ingenitus = sine principio), mientras Él es a su vez el principio original de las otras dos personas. SAN JUAN DAMASCENO, De fide orth. I, 8: «Sólo el Padre es ingénito, porque no ha recibido su ser de ninguna otra persona» ; cf. Dz 275, 277 (sínodo xi de Toledo : «sólo el Padre es ingénito»).

2. Las nociones

Las nociones son las características por las cuales conocemos y distinguimos las divinas Personas. Coinciden de hecho con las propiedades ; S.th. i 32, 3: (Notio dicitur id, quod est propria ratio cognoscendi divinam personan.» Las nociones de las Personas divinas son: 
a) la innascencia la generación activa como características del Padre, 
b) la generación pasiva como característica del Hijo, 
c) la espiración pasiva como característica del Espíritu Santo. La espiración activa es nota común al Padre y al Hijo y no entra, por consiguiente, dentro del concepto estricto de noción (nota distintiva).

Los actos nocionales son operaciones inmanentes en Dios que caracterizan y distinguen a cada una de las personas y se diferencian de los actos esenciales, que son comunes a las tres divinas Personas. En Dios hay dos actos nocionales : el conocer nocional por el cual el Padre engendra al Hijo el querer nocional (amor) por el cual el Padre el Hijo espiran al Espíritu Santo. Los actos nocionales y los esenciales se identifican realmente; se distinguen tan sólo virtualmente. En los actos nocionales consideramos de manera relativa la naturaleza divina, y en los actos esenciales de manera absoluta.

4. LA PERICÓRESIS TRINITARIA

Por pericóresis trinitaria (circumincessio, y más tarde circuminsessio) se entiende la mutua compenetración e inhabitación de las tres divinas Personas entre sí.

Las tres divinas Personas in-existen entre sí o están la una en las otras (de fe).

EI concilio de Florencia, en el Decretum pro lacobitis, enseñaba con SAN FULGENCIO (De fide ad Petrum 1, 4) : «Propter hanc unitatem Pater est totus in Filia, totus in Spiritu Sancto; Filius totus est in Patre, totus in Spiritu Sancto; Spiritus Sanctus totus est in Patre, totus in Filio» ; Dz 704. Cristo da testimonio de que el Padre está en El y El en el Padre ; Ioh 10, 30 : «El Padre y yo somos una misma cosa» ; 10, 38 : «Creed a mis obras para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mí y yo en el Padre» ; cf. Ioh 14, 9 s.s ; 17, 21. La in-existencia del, Espíritu Santo en el Padre y en el Hijo se halla indicada en 1 Cor 2, 10 s.

San Gregorio Nacianceno fue el primero que aplicó el nombre de perijorein a la relación entre las dos naturalezas de Cristo (pericóresis cristológica). SAN JUAN DAMASCENO (De fide orth. i 8; i 14; iu 5) la emplea como término técnico para designar tanto la compenetración de las dos naturalezas en Cristo como la compenetración entre sí de las tres divinas Personas. Al ser traducida la obra del Damasceno por Burgundio de Pisa (hacia 1150), la expresión pasó a la teología occidental bajo la versión latina de circumincessio. De ella se pasó más tarde a la palabra circuminsessio. La primera forma hace resaltar más bien la idea de la compenetración activa; la segunda, la del estar o in-existir pasivo (inesse). La primera responde más al punto de vista griego, la segunda al latino.

En la concepción trinitaria de los griegos, la pericóresis desempeña un papel más amplio que entre la de los latinos. La griega toma como punto de partida al Padre, y enseña que la vida divina fluye del Padre al Hijo, y por medio del Hijo al Espíritu Santo. Acentuando la compenetración mutua de las tres divinas Personas, salva la unicidad de la sustancia divina. La concepción latina parte de la unidad de la sustancia divina y explica cómo ésta, por las procesiones divinas inmanentes, se despliega en trinidad de personas. Aparece, por tanto, en primer término la idea de la consustancialidad.

La razón más honda de la pericóresis trinitaria es la unidad numérica de la sustancia de las tres personas; cf. S.th. 1 42, 5.

5. LA UNIDAD DE LA OPERACIÓN DIVINA AD EXTRA

Todas las operaciones de Dios ad extra son comunes a las tres divinas Personas (de fe).

El concilio Iv de Letrán (1215) enseña en el capítulo Firmiter que las tres divinas Personas constituyen un único principio de todas las cosas («unum universorum principium» ; Dz 428). El concilio de Florencia declara en el Decretum pro lacobitis (1441) : «Pater et Filius et Spiritus Sanctus non tria principia creaturae, sed unum principium» ; Dz 704; cf. Dz 254, 281, 284.

La doctrina de la Iglesia se opone al triteísmo, que abandona, con la unidad del ser divino, también la unidad de la actividad divina. Según A. Günther (t 1863), la realización del plan universal de Dios es obra exclusiva de la segunda Persona, mientras que el retorno de todas las criaturas a Dios es exclusivamente obra de la tercera Persona.

Cristo da testimonio de la unidad de su operación con la del Padre fundándola en la unidad de sustancia; Ioh 5, 19: «Lo que éste [el Padre] hace, lo hace igualmente el Hijo»; Ioh 14, 10: «El Padre, que mora en mí, hace él mismo las obras». La Sagrada Escritura enseña también la unidad de operación de las personas divinas al atribuir las mismas obras (vg.: la realización de la encarnación, la difusión de gracias sobrenaturales, el perdón de los pecados) a distintas personas ; cf. Lc 1, 35; Mt 1, 20; Phil 2, 7; Hebr 10, 5 (encarnación) ; 1 Cor 12, 4 ss (los dones de la gracia) ; Mt 9, 2; Lc 7, 48; Lc 23, 34; Ioh 20, 22 (perdón de los pecados).

Los santos padres infieren la unidad de la operación divina de la unidad de la naturaleza de Dios, que es el principium quo de su actividad. SAN AGUSTiN, De Trin. I 4, 7: «Así como el Padre, el Hijo el Espíritu Santo son inseparables, así también obran inseparablemente» ; Sermo 213, 6, 6: «Las obras de la Trinidad son inseparables» (lnseparabilia sunt opera Trinitatis).

6. LAS APROPIACIONES

La apropiación consiste en un modo especial de predicar de una sola persona un atributo o una operación divina común .a las tres («appropriare nihil est aliud, quam commune trahere ad proprium» ; De verit. 7, 3).

Las apropiaciones tienen por fin el manifestarnos de forma intuitiva las propiedades y caracteres personales de las tres hipóstasis que hay en Dios («manifestatio personarum per essentialia attributa» ; S.th. 139, 7). Para conseguir este fin se atribuyen a una sola Persona divina aquellos atributos y operaciones comunes que tienen cierta afinidad con las propiedades de tal Persona.

La Sagrada Escritura atribuye al Padre (Hebr 10, 5) y al Espíritu Santo (Lc 1, 35; Mt 1, 20) la realización de la encarnación y reparte respectivamente la concesión de dones espirituales entre las tres Personas (1 Cor 12, 4 ss : «Spiritus, Dominus, Deus»), aunque toda operación de Dios ad extra sea común a las tres.
















Podemos clasificar en cuatro grupos las apropiaciones de la Sagrada Escritura, de los santos padres y de los teólogos, siguiendo el esquema propuesto por SCHEEBEN (Dogmatik, Gotteslehre, n. 1046 ss) :
  1. Apropiación de los nombres sustantivos (theos, kyrios); cf. 1 Cor 12, 5 s ; loh 3, 16 s ; Gal 4, 4 y 6 (Theos = Dios Padre, kyrios = Dios Hijo).
  2. Apropiación de los atributos absolutos de Dios (poder, sabiduría, bondad) ; cf. SAN AGUSTiN, De doctrina christ. 15, 5: «In Patre unitas, in Filio aequalitas, in Spiritu Sancto unitatis aequalitatisque concordia» ; SAN HILARIO, De Trinitate II, 1: «infinitas in aeterno (= Patre), species in imagine (= Filio), usus in munere (= Spiritu Sancto)».
  3. Apropiación de las obras de Dios (causa eficiente, causa ejemplar, causa final según Rom 11, 36: decreto, realización, consumación).
  4. Apropiación del culto de adoración y de sacrificio (el Padre lo acepta, el Hijo y el Espíritu Santo hacen de mediadores) ; cf. S.th. I 39, 8.

7. LAS MISIONES DIVINAS

El concepto de misión (missio ad extra), conforme a la doctrina de SANTO TOMÁS (S.th. 143, 1), comprende dos elementos esenciales :
  1. Cierta relación u orden del enviado al que le envía como a su terminus a quo. El enviado se halla con respecto al que le envía en relación de dependencia. En las Personas divinas, por su identidad sustancial, únicamente se puede tratar de una dependencia de origen.
  2. Cierta ordenación del enviado respecto al fin de la misión como a su terminus ad quem. El fin de la misión es la presencia del enviado en un lugar determinado. En la misión de una Persona divina, dada la omnipresencia sustancial de Dios en el universo creado, sólo puede tratarse ele algún nuevo género de presencia. Así pues, el concepto de misión incluye la procesión eterna y añade una nueva manera de presencia en el mundo creado : «missio includit processionem aeternam et aliquid addit, sc. temporalem effectum» (S.th. 143, 2 ad 3). Las misiones temporales reflejan, por tanto, el orden de origen de las Personas divinas: El Padre envía pero no es enviado, el Hijo es enviado y envía, el Espíritu Santo es enviado pero no envía.
El Padre envía al Hijo: el Padre y el Hijo envían al Espíritu Santo (sent. cierta).

El concilio xI de Toledo (675) declaró : «Hic igitur Spiritus Sanctus missus ab utrisque sicut Filius a Patre creditur» ; Dz 277; cf. Dz 794.

La Sagrada Escritura testifica :
a) La misión del Hijo por el Padre ; cf. Ioh 3, 17 ; 5, 23; 6, 58; 17, 18; Gal 4, 4: «Dios envió a su Hijo».
b) La misión del Espíritu Santo por el Padre; cf. Ioh 14, 16 y 26; Gal 4, 6: «Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama : Abba, Padre».
c) La misión del Espíritu Santo por el Hijo; cf. Ioh 15, 26; 16, 7; Lc 24, 49: «Yo os envío la promesa de mi Padre».

La Sagrada Escritura no dice nunca del Padre que sea enviado, sino únicamente que viene y mora ; Ioh 14, 23: «Si alguno roe ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada».

Las misiones se dividen en visibles e invisibles, según que la nueva presencia de la persona enviada sea perceptible por los sentidos o no. Ejemplos de misión sensible son la encarnación del Logos (misión sustancial) y la misión del Espíritu Santo bajo el símbolo sensible de una paloma o de lenguas de fuego (misión representativa). La misión invisible tiene lugar cuando Dios confiere la gracia santificante, y tiene por fin la inhabitación de Dios en el alma del justo. Tal inhabitación es atribuida, generalmente, en la Sagrada Escritura, al Espíritu Santo (1 Cor 3, 16; 6, 19; Rom 5, 5; 8, 11). Pero con el Espíritu Santo vienen también el Padre y el Hijo al alma del justo para morar en ella (Ioh 14, 23; 2 Cor 6, 16).

Recuperado de: 


ALABANZA A LA TRINIDAD 
Santa Catalina de Siena 

¡Oh Trinidad eterna! Tú eres un mar sin fondo en el que, cuanto más me hundo, más te encuentro; y cuanto más te encuentro, más te busco todavía. De ti jamás se puede decir: ¡basta! El alma que se sacia en tus profundidades, te desea sin cesar, porque siempre está hambrienta de ti, Trinidad eterna; siempre está deseosa de ver tu luz en tu luz. Como el ciervo suspira por el agua viva de las fuentes, así mi alma ansía salir de la prisión tenebrosa del cuerpo, para verte de verdad...
¿Podrás darme algo más que darte a ti mismo? Tú eres el fuego que siempre arde, sin consumirse jamás. Tú eres el fuego que consume en sí todo amor propio del alma; tú eres la luz por encima de toda luz...
Tú eres el vestido que cubre toda desnudez, el alimento que alegra con su dulzura a todos los que tienen hambre. ¡Pues tú eres dulce, sin nada de amargor!
¡Revísteme, Trinidad eterna, revísteme de ti misma para que pase esta vida mortal en la verdadera obediencia y en la luz de la fe santísima, con la que tú has embriagado a mi alma!

ORACIÓN A LA TRINIDAD
Sor Isabel de la Trinidad

¡Oh Dios mío, trinidad adorable, ayúdame a olvidarme por entero para establecerme en ti!
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Siento mi impotencia y te pido que me revistas de ti mismo, que identifiques mi alma con todos lo movimientos de tu alma; que me sustituyas, para que mi vida no sea más que una irradiación de tu propia vida. Ven a mí como adorador, como reparador y como salvador...
¡Oh fuego consumidor, Espíritu de amor! Ven a mí, para que se haga en mi alma una como encarnación del Verbo; que yo sea para él una humanidad sobreañadida en la que él renueve todo su misterio.
Y tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre tu criatura; no veas en ella más que a tu amado en el que has puesto todas tus complacencias.
¡Oh mis tres, mi todo, mi dicha, soledad infinita, inmensidad en que me pierdo! Me entrego a vos como una presa; sepultaos en mi para que yo me sepulte en vos, en espera de ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.